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"As we look across the great divide" por henrikj tiene una licencia CC BY-NC 2.0.
Si esta es la primera entrada que has visto, me presento. Me llamo Rupert Cocke y soy periodista de investigación en Barcelona. Sharpen Your Axe (Afila tu hacha) es mi blog sobre el pensamiento crítico aplicado a las noticias y la actualidad moderna. Publico en inglés. He traducido esta entrada a castellano ya que quiero abrir un debate sobre las abstenciones patrióticas en España. La mayoría de los enlaces irán a artículos en inglés. ¡Gracias por leerlo!
La política española es un desastre. El escenario político está dividido entre una coalición informal de la izquierda y sus aliados nacionalistas vascos y catalanes por un lado y entre una alianza rival de la derecha y centristas liberales por el otro. Mucha gente desprecia absolutamente a sus adversarios del otro lado. Mientras tanto, los políticos de ambos lados mantienen vivos antiguos odios, mientras fomentan nuevas turbulencias, incluido el cuestionamiento regular de la legitimidad de sus oponentes.
Sin un final a la vista, el problema es bastante simple: los políticos tradicionales de centro-izquierda o centro-derecha suelen necesitar llegar a acuerdos con extremistas para poder gobernar. Los Socialistas de centro izquierda a menudo necesitan el apoyo de un partido liderado por comunistas y varios partidos separatistas, mientras que el Partido Popular (PP) de centro derecha probablemente necesitará el apoyo de un partido de extrema derecha si gana este año.
Como hemos visto en esta entrada, los nacionalistas catalanes tramaron un intento de autogolpe en 2017. Mientras tanto, la izquierda populista ha actuado como animadora de los populistas de Venezuela mientras destruyeron primero la democracia del país y luego su economía. La derecha populista también actúa como club de fanes del caudillo húngaro Viktor Orbán mientras que este erosiona lentamente la democracia de su país.
¿Por qué los políticos mayoritarios tienen que hacer tratos con personas con tan poco juicio para poder gobernar? Este artículo propondrá una solución simple al lío, desde un punto de vista institucionalista, pero primero nos ponemos al día de cómo llegamos a este punto.
España ha celebrado 14 elecciones generales desde 1979, el año después de la adopción de la constitución democrática. Las diez primeras, hasta 2011, fueron marcadas por el bipartidismo, con dos familias de igual nobleza compitiendo por el poder. En cada una de las primeras diez elecciones generales, entre el 65% y el 83% de los votos se dividieron entre el Partido Socialista de centro-izquierda y el principal partido de centro-derecha. Este fue el PP desde 1989, con sus predecesores bajo diferentes nombres en las tres primeras elecciones.
En cuatro de las diez primeras elecciones, el ganador logró la mayoría absoluta; dos veces por los Socialistas y dos veces por el PP. Los Socialistas también estaban a un escaño de la mayoría en 1989. También hubo cuatro transiciones pacíficas de poder entre la izquierda y la derecha en este período.
Durante los primeros años de la democracia española contemporánea, la economía siguió creciendo rápidamente. España se modernizó durante las décadas de los 1980, los 1990 y la primera década de este siglo. El país se convirtió en miembro de la Unión Europea (UE) en 1986 y eliminó sus fronteras con otros miembros de la UE en 1991 (el año en que me mudé aquí por primera vez). España también fue uno de los primeros países en unirse al euro en 1999.
Sin embargo, el euro tenía tasas de interés mucho más bajas que la peseta. La deuda barata condujo a un auge crediticio y una burbuja inmobiliaria. Algunos promotores inmobiliarias tenían prisa por obtener licencias y los sobornos se volvieron comunes entre la clase política, como descubrieron los españoles después del fin de la burbuja.
El auge de la vivienda llegó a un final desordenado durante la crisis crediticia de 2007-8. España entró oficialmente en una larga y salvaje recesión en febrero de 2009. La economía creció un poco en 2011, pero volvió a entrar en recesión en 2012 y no volvió a crecer hasta finales de 2013. Durante estos años, la economía española se contrajo en un 7 % y se perdieron casi 3,7 millones de puestos de trabajo, una tragedia para una sociedad que había sido optimista y con un ascensor social importante.
Es comprensible que muchas personas estuvieran furiosas con la política bipartidista. Sentían que los había dejado en un agujero mientras que los políticos corruptos habían vivido muy cómodamente. Las personas decepcionadas no suelen votar por los partidos del establishment. Los erizos (pensadores que solo saben una cosa) que vendían soluciones mágicas a problemas reales tenían si día. El populismo floreció. ¡Maldición sobre vuestras dos casas!
En las próximas cuatro elecciones generales, el apoyo combinado a los dos partidos principales se desplomó. Esta cifra había tenido un promedio de 74% durante las primeras diez elecciones. Sin embargo, en 2015, 2016 y dos elecciones en 2019, cayó a un promedio del 50 %, alcanzando un mínimo del 45 % en la primera elección de 2019. Ninguno de los dos ha logrado una mayoría absoluta en ninguna de las cuatro elecciones más recientes.
No todos los nuevos partidos que surgieron durante la larga recesión fueron populistas. Ciudadanos (Cs) obtuvo 40 escaños con casi el 14% de los votos en 2015. Había sido fundado en 2006 en Barcelona como reacción contra el nacionalismo catalán, que es hegemónico en la región. Cs dio sus primeros pasos en la política nacional en 2008 y en 2014 dos de sus candidatos se convirtieron en eurodiputados. Ambos se unieron a la principal plataforma liberal de la UE.
Una de las principales proposiciones de Cs era muy simple: Ofrecer a los dos principales partidos una alternativa a los acuerdos con los nacionalistas catalanes o vascos. El principal partido nacionalista catalán, Convergència i Unió (CiU), había mantenido el equilibrio de poder a nivel nacional tres veces en las diez primeras elecciones (en 1979, 1993 y 1996). Mientras tanto, su principal rival, Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), había apoyado a los Socialistas después de que el partido de centroizquierda no consiguiera la mayoría en 2004.
El fundador de CiU, Jordi Pujol, un astuto dirigente acusado de niveles de corrupción asombrosos, había conseguido muchas concesiones durante sus alianzas con los Socialistas y el PP. Ambos partidos devolvieron impuestos a Cataluña, que es una de las 17 comunidades autónomas de España. Por su parte, el PP también otorgó a Cataluña más competencias en transporte, educación, sanidad, cultura y otros ámbitos.
Después de años de infiltrar nacionalistas y separatistas en las instituciones catalanas, CiU finalmente dio un giro quijotesco al populismo alrededor de 2011-12. Acabó buscando puntos de encuentro con ERC para intentar separar la región del resto de España, a pesar de la falta de una mayoría real independentista y de una Constitución que diga que la soberanía es de todos los españoles.
Cs ganó fuerza en Cataluña y más allá mientras luchaba contra el movimiento independentista catalán en casa. Lo más cerca que estuvo de su sueño de ser un partido bisagra fue en 2016. En febrero, acordó un acuerdo proforma con los Socialistas antes de las elecciones de junio. El PP ganó sin mayoría, mientras que Cs quedó cuarto. Los liberales apoyaron al ganador. La lección era clara: era posible hacer tratos reformistas tanto con la izquierda como con la derecha desde el centro.
Como hemos comentado anteriormente aquí, el PP se vio envuelto en un terrible escándalo de corrupción que se remonta a los años de auge inmobiliaria, con una serie de condenas que llegaron en 2018. Cs retiró su apoyo. Su exlíder, Albert Rivera, le dijo al líder Socialista Pedro Sánchez que solo apoyaría una moción de censura al presidente del Gobierno Mariano Rajoy si la votación se utilizara para convocar elecciones. Sánchez se negó. Formó una coalición "Frankenstein" para expulsar a Rajoy y luego gobernó durante casi un año sin una mayoría funcional.
El resultado de las elecciones de abril de 2019 no podría haber sido más claro. El apoyo al PP se derrumbó a solo el 16,7%, el resultado más bajo de su historia. Mientras tanto, los Socialistas y Cs sumaron 189 escaños, por encima de los 176 necesarios para la mayoría. Casi el 45% de los votos se habían dirigido a los dos partidos. Sin embargo, Rivera seguía lamiéndose las heridas del año anterior. Se negó a entrar en coalición con Sánchez.
El resultado fue una repetición de las elecciones de noviembre de 2019. El apoyo a Cs colapsó ya que a muchos de sus votantes les costaron entender por qué un supuesto partido bisagra ahora solo estaba abierto a acuerdos a su derecha. El partido terminó en sexto lugar, desde el tercer lugar solo unos meses antes. Recibió apenas diez escaños con el 6,8% de los votos, frente a los 57 con el 15,9% casi siete meses antes.
El sueño de Cs actuando como un partido bisagra que podría entregar el poder al centro-izquierda o al centro-derecha murió poco después y Rivera, que parecía cada vez más populista hacia el final de su carrera, se retiró de la política. Sánchez pudo llegar a un acuerdo de coalición con Unidas Podemos (UP), un partido liderado por comunistas y fundado por animadores del populismo venezolano. También llegó a acuerdos informales con ERC y otros partidos nacionalistas para mantenerse en el poder, aunque sin una mayoría operativa en el día a día.
Las concesiones de Sanchez a sus socios populistas incluyen eliminar la malversación del código penal, siempre que los políticos corruptos no se beneficien personalmente. Esto ha causado indignación entre Cs (consolidando su posición en la alianza de derecha), el PP y el partido de extrema derecha Vox.
Mientras tanto, el PP ha entrado en coalición con Vox en Castilla y León. El partido de extrema derecha ha usado su posición en la coalición para intentar dificultar el acceso al aborto en la región. La medida podría atraer a los activistas cristianos y socialmente conservadores que forman la base de Vox, pero las encuestas muestran que alrededor de siete de cada diez votantes apoyan las leyes de aborto existentes en el país. Eso quiere decir que el tema es poco atractivo para el PP si quiere recuperar el poder a nivel nacional. De hecho, el PP acabó echando agua fría a la propuesta de su socio regional.
Es probable que pactar con extremistas sea un gran tema en 2023, que es un año electoral en España. Las elecciones municipales se realizarán en todo el país el 28 de mayo. Doce de las 17 comunidades autónomas del país también celebrarán elecciones regionales en la misma fecha, mientras que una decimotercera lo hará a principios de mayo. Una nueva elección general está prevista antes de diciembre.
Parece claro que la fragmentación no va a ninguna parte. Dado que Cs no muestra signos de recuperación, ha llegado la hora de un nuevo enfoque para que los principales políticos de centro-izquierda o centro-derecha no tendrán que hacer tratos con populistas o nacionalistas que les alejan del centro. Los acuerdos de gran coalición parecen extraordinariamente improbables dada la aversión mutua. ¿Por que no intentemos imponer un sistema de abstenciones patrióticas?
Imagínate un pacto entre el PP y los Socialistas antes de las elecciones de mayo. Se ponen de acuerdo en que si el partido A gana una elección pero no alcanza la mayoría, el partido B se abstendrá en la votación de investidura. Los dos partidos también deben acordar que la parte perdedora negociará al menos dos presupuestos y por lo menos un pacto legislativo con la vencedora para evitar administraciones cojas y fomentar una cultura colaborativa. Por otro lado, si la abstención no es suficiente para que su rival forme gobierno o gana un tercero, entonces las negociaciones de coalición con socios minoritarios se podrán permitir.
El punto bueno de este enfoque es que se basa en un principio simple, que se puede aplicar en todos los ámbitos, desde el ayuntamiento más pequeño hasta la comunidad autónoma más grande. El PP y los Socialistas acabarían apoyándose mutuamente de formas complejas en todo el país sin llegar a formar coaliciones formales. Puede que no convierta en verdadera afección el odio de las dos familias, pero si el sistema funciona en mayo, podría aplicarse fácilmente en las elecciones generales de diciembre.
Es difícil imaginar a Sánchez ofreciendo las abstenciones patrióticas como solución: está profundamente comprometido a buscar acuerdoss con una variedad de partidos menores. Además, está interesado en vender la idea de que el PP inevitablemente hará un trato con Vox como una forma de asustar a los votantes de centro.
Sin embargo, el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, debería considerar seriamente la idea. Incluso si Sánchez rechaza la oferta, la idea de ofrecer abstenciones patrióticas en público aún beneficiaría al PP: negaría los ataques de Sánchez sobre la supuesta inevitabilidad de un acuerdo con Vox si el PP gana las elecciones generales en diciembre. Los comentarios están cerrados por la semana. ¡Os veo el sábado que viene!
Lectura adicional
Romeo y Julieta de William Shakespeare
¿Qué es el populismo? de Jan-Werner Müller (traducido por Clara Stern Rodríguez)
Cómo mueren las democracias de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt (traducido por Gemma Deza Guil)
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